Triste historia contemporánea, de un señor sentado que conozco
Se levanta de madrugada y permanece jugueteando con los pies desnudos haciendo circulitos concéntricos con los dedos gordos en el suelo, la manta sobre los hombros las manos bajo las piernas y las nalgas despidiéndose del calor del colchón durante un rato muy largo; el despertador sonará horas después cuando nadie lo escucha.
Estará sentado frente al café, moviendo la cucharita como si lo enfriara, pero ahora lo toma soluble, barato y templado, lo justo para no gastar gas en exceso. Como resultado del café, estará otro rato sentado en la taza del baño.
Toma desde el sofá su viejo smartphone en las manos, limpia el cristal con la telita que tiene bien doblada dentro de la custodia de los anteojos arañados después de estos años sin renovar. Lo mira apagado como está y lo conecta al cargador, por si acaso. Pero seguirá apagado un día más junto al teléfono fijo, para ver si por ósmosis le pasan las llamadas de algún posible trabajo al número de casa, que nadie conoce.
En la calle alcanza el banco en el parque cercano para hablar con desconocidos y vecinos, de deportes, escándalos políticos, corrupción y evasión de impuestos de grandes fortunas.
El Estado, –dice– pierde 8250 millones de euros por elusión fiscal, el 55% de las inversiones en el extranjero son a través de empresas “offshore” y según el Ministerio de Hacienda el fraude asciende a 59,500 millones; calculando que los gastos del Bienestar social suman un déficit de… –sigue hablando, pero los otros en sus asientos dejan de escucharlo y piensan en qué les espera a ellos si el hombre sentado que sabe tanto tampoco encuentra trabajo desde hace tiempo.
Vuelve a casa sin mirar el correo postal porque para esperar malas noticias prefiere esperar sentado.
Cambia de sofá y mira desde esa media altura lo que el tiempo le ha dejado en objetos.
Suena el teléfono fijo con un timbre del que ya ni se acordaba.
Su cuñada (claro, nadie más que la familia sabe el número), le dice que tiene un cliente que necesita unos trabajillos en casa, poca cosa, albañilería, electricidad básica etc, y como él había sido jefe de obra, prácticamente el jefe de la constructora ahora en quiebra, podría sacarse un dinerito. Acepta, toma el número y la dirección, y decide que es mejor ir que llamar.
Llegan a un acuerdo, hablan del trabajo, tiempos etc. Comenzará dos días después, justo en su 54 cumpleaños, no está mal.
Sentado frente a la Tv, que podría funcionar con temporizador para ver solo el noticiero de la noche. Escucha la noticia de la gran recuperación económica, y los resultados de las encuestas con su + - 3 puntos de margen de error. Se imagina que suena el teléfono (como es a número ciego, podrían llamarlo los encuestadores, claro), y le preguntan –¿Ha encontrado trabajo en el último mes?– la respuesta es sabida y según sus cálculos mentales él habría representado a 7500 personas según la muestra declarada.
Si el número de ocupados se incrementa en 45.500 personas en el tercer trimestre de 2016 respecto al segundo (un 0,25%) y se sitúa en 18.094.200. En términos desestacionalizados la variación trimestral es del 0,73%… Hasta él se deja de escuchar, por la rabia. En la encuesta solo han encontrado en realidad 6 personas quizá como él, con una mierda de trabajo temporal.
El trabajo dura 2 días y no 3, porque al tratar de arreglar unos enchufes trifásicos los encuentra irresolubles y terminan la situación contractual cobrando menos.
La siguiente sentada en el parque narra a los otros lo sucedido y les cuenta de cuando levantado a primera hora y con los pies volando entre construcción y construcción, saltando de andamio en andamio, le bastaba chascar los dedos para encontrar al electricista mejor preparado y llevar comisión aparte del sueldo ganado a base de experiencia, astucia y de no parar nunca.
En la banca vecina, uno le recrimina que tenía que haberle dejado ese trabajo a él que le había servido fielmente tantos años y que de los 30 euros sólo le habría pedido 20 –y 10 pa tí, como en la obra.
Se miran unos a otros desconcertados y alguien sin identificar le dice que total, podía haber ganado 10 euros sentado, sentado como todos los días a todas horas.
–Yo no estoy sentado nunca, lo que no me dejan, es levantarme.
JLVL
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