El hombre elástico / el monstruo elástico
“El
hombre elástico”, y “el monstruo elástico”, fueron un gran hito, para
nuestra infancia, y otro para el ámbito del marketing de Lili Ledy.
Tenían ambos una cabeza de plástico durísimo a modo de tapón de un cuerpo blando y desnudo en el caso del monstruo, y con esa especie de tanga tintado en el del hombre; las extremidades eran redondeadas y no tenían siquiera dibujados los dedos, eran como muñones grandes, como un guante de látex que inflas soplando.
En el anuncio, primero aparecía el monstruo acechando… se hacía una descripción en off y luego ejecutaban una batalla, ¡se abrazaban!, era su lucha, uno podía rodear al otro con sus blandos brazos y luego soltarlo, podías intercambiar abrazos y hacer ¡aaarrrgggh!. Terminada la cariñosa pelea volvían a su volumen original. A los niños enclenques nos costaba estirarlos un poco, a los fuertes les ayudaba seguramente a desarrollar bíceps.
Me pedí los dos; todos pedimos los dos, y Santa Claus, en su sabiduría económica, me trajo el monstruo a mí, y a mis vecinos -que eran cuatro hermanos varones- les llevó el hombre. Así que por imposibilidad física, la noche de marras no pudieron abrazarse.
“Estiiira tu monstruo elasticooo… ¡y él solo recuperará su forma normal!.”, decía el anuncio en la pantalla.
Ahora la Real Academia de la Lengua, ha eliminado la diferencia entre solo y sólo, dejando un sinsentido. En el ejemplo del anuncio, yo pensaba que: “él solo recuperará su forma normal”, significaba que con sus propias capacidades lo haría. Volviendo a escucharlo e imaginando que lo dice con acento: “el sólo recuperará su forma normal”, implicaría una honestidad supina en Lily ledi: “Este muñeco no sabe hacer nada más. Allá tú.”
No puedo evitar que esta historia tenga un triste colofón, porque es verídico. Aquella jornada nos visitaron unos primos, yo estaba cansado por la emoción y por el ejercicio al que me había visto forzado tratando de estirar al monstruo al menos como en el anuncio, hasta donde daban los brazos y no lo logré sino a la mitad, ya lo dije, no era particularmente musculoso y me fui a dormir. Uno de mis primos tampoco lo era, pero tenía que permanecer despierto hasta que lo llevaran a casa, así que, decidió satisfacer su científica y genuina curiosidad: Pensó que para descubrir el misterio de la elasticidad fantástica, lo mejor era morder un poco en la punta del muñón que ocupaba el puesto del la mano derecha sin hacer mucho daño al monstruo. Certificó que dentro había una especie de jarabe desagradable al gusto, de tacto pegajoso, color blanquecino esputo y olor indeterminado. Y dejó reposar al flamante muñeco en su embalaje original.
Yo soñé toda la noche el encuentro a muerte del día siguiente de nuestros muñecos; me retumbaba en la cabeza la voz del locutor de la publicidad original una y otra vez:
“Llegó la furia desatando pánico y terrooor… !Ya está aquí… el Moooonstruo elásticoooo, digno enemigo de… el hooombre elásticooo!”.
Al levantarme, mi nuevo juguete, seguramente víctima del abatimiento de mis débiles estirones, y de su hipersensibilidad cutánea en muñones, desató solamente mi terror por el derrame de su preciado interior y por su prematura muerte. Mis vecinos no quisieron que se abrazaran, porque les daba asco que su hombre elástico se pringara de semejante porquería.
El éxito del marketing es incuestionable, allí en San Cristobal Ecatepec, había dos familias de recursos modestos que habían picado, gracias a niños desaprensivos y ambiciosos como nosotros. Los muñecos eran caros, feos, desfigurados e inútiles, pero sumamente atractivos en la publicidad. El juguete estuvo a la venta pocos años y sus fines fueron en muchos casos el mismo: derrame de sirope interior por traumatismo dentiforme, o de desecación interna de jarabe.
En Lili Ledy celebraron su éxito de ventas, y el fin de la vida de un producto tan mediocre.
Tenían ambos una cabeza de plástico durísimo a modo de tapón de un cuerpo blando y desnudo en el caso del monstruo, y con esa especie de tanga tintado en el del hombre; las extremidades eran redondeadas y no tenían siquiera dibujados los dedos, eran como muñones grandes, como un guante de látex que inflas soplando.
En el anuncio, primero aparecía el monstruo acechando… se hacía una descripción en off y luego ejecutaban una batalla, ¡se abrazaban!, era su lucha, uno podía rodear al otro con sus blandos brazos y luego soltarlo, podías intercambiar abrazos y hacer ¡aaarrrgggh!. Terminada la cariñosa pelea volvían a su volumen original. A los niños enclenques nos costaba estirarlos un poco, a los fuertes les ayudaba seguramente a desarrollar bíceps.
Me pedí los dos; todos pedimos los dos, y Santa Claus, en su sabiduría económica, me trajo el monstruo a mí, y a mis vecinos -que eran cuatro hermanos varones- les llevó el hombre. Así que por imposibilidad física, la noche de marras no pudieron abrazarse.
“Estiiira tu monstruo elasticooo… ¡y él solo recuperará su forma normal!.”, decía el anuncio en la pantalla.
Ahora la Real Academia de la Lengua, ha eliminado la diferencia entre solo y sólo, dejando un sinsentido. En el ejemplo del anuncio, yo pensaba que: “él solo recuperará su forma normal”, significaba que con sus propias capacidades lo haría. Volviendo a escucharlo e imaginando que lo dice con acento: “el sólo recuperará su forma normal”, implicaría una honestidad supina en Lily ledi: “Este muñeco no sabe hacer nada más. Allá tú.”
No puedo evitar que esta historia tenga un triste colofón, porque es verídico. Aquella jornada nos visitaron unos primos, yo estaba cansado por la emoción y por el ejercicio al que me había visto forzado tratando de estirar al monstruo al menos como en el anuncio, hasta donde daban los brazos y no lo logré sino a la mitad, ya lo dije, no era particularmente musculoso y me fui a dormir. Uno de mis primos tampoco lo era, pero tenía que permanecer despierto hasta que lo llevaran a casa, así que, decidió satisfacer su científica y genuina curiosidad: Pensó que para descubrir el misterio de la elasticidad fantástica, lo mejor era morder un poco en la punta del muñón que ocupaba el puesto del la mano derecha sin hacer mucho daño al monstruo. Certificó que dentro había una especie de jarabe desagradable al gusto, de tacto pegajoso, color blanquecino esputo y olor indeterminado. Y dejó reposar al flamante muñeco en su embalaje original.
Yo soñé toda la noche el encuentro a muerte del día siguiente de nuestros muñecos; me retumbaba en la cabeza la voz del locutor de la publicidad original una y otra vez:
“Llegó la furia desatando pánico y terrooor… !Ya está aquí… el Moooonstruo elásticoooo, digno enemigo de… el hooombre elásticooo!”.
Al levantarme, mi nuevo juguete, seguramente víctima del abatimiento de mis débiles estirones, y de su hipersensibilidad cutánea en muñones, desató solamente mi terror por el derrame de su preciado interior y por su prematura muerte. Mis vecinos no quisieron que se abrazaran, porque les daba asco que su hombre elástico se pringara de semejante porquería.
El éxito del marketing es incuestionable, allí en San Cristobal Ecatepec, había dos familias de recursos modestos que habían picado, gracias a niños desaprensivos y ambiciosos como nosotros. Los muñecos eran caros, feos, desfigurados e inútiles, pero sumamente atractivos en la publicidad. El juguete estuvo a la venta pocos años y sus fines fueron en muchos casos el mismo: derrame de sirope interior por traumatismo dentiforme, o de desecación interna de jarabe.
En Lili Ledy celebraron su éxito de ventas, y el fin de la vida de un producto tan mediocre.
Podrías vendermelos
ResponderEliminarEstán a la venta?
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