Patinar no está reñido con la escasez

Mi principal cliente, pretendía hoy consignarme un trabajo con sueldo bajo, me enojé mucho, pero me calmé inmediatamente para poder negociar, porque recordé que desde niño he pensado que todo podía mejorar. He confiado siempre en esta premisa con mucha inocencia, y casi puedo confirmar que es así, comenzando por el patinaje.
Ya he contado que no éramos adinerados, así que mis primeros patines eran aquellos de fierro de dos piezas, que ajustabas sobre tus zapatos con una correa de cuero y por abajo con un tornillo y una tuerca. Eran súper ruidosos, pero te permitían volar a con una agilidad increíble y dañarte los tobillos con más rapidez aún.

Producías más ruido que velocidad, patinabas en medio de un crashhhh crashhh crashhhh crashhhh, y gritabas a tus amiguitos algo que ninguno escuchaba pretendiendo que te esperaran.
Tener patines metálicos era un lujo en el segundo escalón superior a la pobreza. Antes de tenerlos jugábamos a la matatena, que era muy interesante y necesitaba de mucha habilidad para rebotar la pelotita contra el suelo lo más alto posible para recoger el mayor número de esas figuritas de plástico con 6 ejes terminados en bolitas de colores. Pero nos regañaban por estar nomás perdiendo el tiempo en lugar de hacer algo de ejercicio. Así que el patinaje era una solución perfecta, diversión y deporte.
Por aquellos días, la televisión publicitaba el espectáculo “Holiday on Ice” por un lado, y por otro, los sábados, un deporte que no identifico, pero que consistía en 2 equipos de patinadores dando vueltas en un circuito redondo, haciendo algo entre carrera y lucha libre, no lo entendí nunca pero yo admiraba a la “Huesitos Miller”, que saltaba desde atrás a las contrincantes que se unían en cadena para no dejarla pasar. Las compañeras de "Huesitos" hacían trampas para engañar a las otras y conseguían ganar casi siempre… no sé el qué, pero lo hacían. Y los anuncios de “Holiday on Ice” eran maravillosos, sonaba la música: ¡¡¡“jolideeeiii on aaaaaiiiiiis!!!!!!, pegaban tremendos saltos girando sobre sí mismos y cayendo sobre un pie mientras estiraban los brazos y una pierna, era impresionante; desde el salpicón de hielo cuando clavaban el primer pie para impulsarse, hasta la sonrisa final después de las mil vueltas que según yo podían dar en el aire.
Así que mi teoría de que todo podía mejorar era cierta, pasé de la matatena a los patines. Luego con mucho esfuerzo mis papás pasaron al tercer escalón por encima de la pobreza… otra vez mi teoría funcionó.
En este punto, se podían permitir regalar patines nuevos. Preciosos, medio botín de gamuza color natural, con las 4 ruedas rojas de goma, ¡y un novedoso freno en la punta!. Eran la panacea, probarlos era como andar sobre nubes, ni te retumbaba la cabeza ni dejabas de oír a tus amigos diciéndote que eras muy lento.
Lástima que alcanzaba el dinero solo para dos pares, los de mis dos hermanas. Aquí mi teoría empezó a fallar ligeramente, mejoraba la cosa nomás pa'otras. En fin, nada que no se pudiera arreglar con bolas de papel periódico en la puntera de aquellos maravillosos patines nuevos. Los disfruté muchísimo.
Un día, un par estaba ocupado y yo me calcé el otro, mi hermana mayor los quería más que yo e insistió mucho, pero mis ganas de patinar detrás del grupo de escuincles raudos, me impedía entregárselos con facilidad, hasta que me convenció prometiéndome que si se los dejaba me enseñaría dar vueltas como “holliday in Ice”. Eso me impactó y le creí, en un instante me veía suspendido en el aire dando 200 vueltas –era principiante y no quería exagerar para empezar–. Sin dudarlo me los quité y los entregué. No sé si porque me creció el pie o porque mi hermana ocultó muy bien los patines, no volví a disfrutar del patinaje en gamuza natural.
Finalmente sonreí, porque aunque el cliente seguía hablando justificando su mínima oferta, yo no dejaba de recordar mis patines de fierro. –Todo puede mejorar– le dije.
Terminamos subiendo el precio casi un 25%. No está mal para un día que empezó torcido, quizá no es para dar mil vueltas en el aire, pero por hoy creo que escasez no habrá.
JLVL

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