Maia I (nace uno, otro quiere morir)
Los pájaros que se avecinan a casa, han sido generalmente estúpidos; unos hacen sus nidos en las tejas inclinadas, que derivan en huevicidios y pollicidios de los cuales dan buena cuenta nuestros perros, ávidos de una buena dieta natural y mediterránea. Otros son verdaderos arquitectos, que como el internacional Santiago Calatrava, hacen complejos y bellísimos nidos que luego no resultan prácticos. Calatrava, ha hecho salas de espera de aeropuerto sin techo (en una comunidad, bastante lluviosa), puentes curvos con suelo de cristal (y resbaladizo) sobre un río, etc. Épicos, caros y desastrosos. Nuestros pájaros, simplemente hacen sacrificios rituales bobos (supongo).
Desde la primavera, a mi alrededor hay un aire de ciclo de vida inquietante. Pollos nacen, perros comen; pájaros frustrados vuelven la siguiente temporada… y repiten fracaso. Tengo mis esperanzas puestas en la pareja de golondrinas que crearon su nido en un rincón acogedor junto a la ventana de mi estudio de trabajo; en verdad molestan mucho con sus ruidos, pero al menos han mantenido a sus polluelos con más de una semana de vida. Tarde o temprano los condecoraré y les pondré nombre.
La magia de este milagro de la naturaleza ha pasado a mi ámbito personal. Ayer, ha nacido una maravillosa niña, espectacular, bellísima, perfecta… "un sol radiante" –por dos razones básicas; la iluminación cenital artificial de la habitación, y su cabellera pelirroja. Tiene unas horas de haber nacido, así que aún no puedo hablar de sus habilidades sociales, que seguro tendrá, porque conozco a sus dos progenitores.
Cuando fui a visitarlos no pude evitar mirar el suelo de la habitación para asegurarme de que no estaba inclinado, por precaución. Los padres eran pura emoción, y todo lo que transmitía la pequeña Maia era una sensación de paz, ternura y energía. Una sobredosis de positividad y optimismo pelirrojo me invadió.
Charlamos, compartimos emociones y experiencias, y luego los dejé en paz. Yo tuve la experiencia del caso y sé que hay un momento de "ahuecar el ala" en beneficio de los nóveles padres.
Con una sonrisa torcida (herencia familiar), salí a paso ligero del centro en dirección a mi coche, conectando mientras tanto los auriculares al teléfono por mi vicio de escuchar la radio. Recibí el hornazo propio de estas tierras en la puerta de salida, a mi izquierda con el rabillo del ojo ví los 48º C del termómetro de la calle, a mi derecha y en mi dirección de destino, una escena inquietante; cinco personas juntas y otra más a su vera, haciendo “eses”, y lo relacioné en primer término con un “golpe de calor”. Avancé trasteando el dial para encontrar algo emocionalmente compatible con el entusiasmo. No pude encontrarlo, de repente vi al personaje tambaleante abrazando un mercedes negro en medio de la ancha avenida que gritaba “¡¡¡Llévameeee…!!!, ¡¡¡llévameee a… (y aquí yo, con los auriculares puestos, entendí México!!!, y eso llamó evidentemente mi atención)”, pero no, luego descubrí que era simplemente consonante. El propietario del mercedes arrancó, obedeciendo al semáforo y no al sentido común, mientras el errante se colgaba del espejo lateral con sus mermadas fuerzas, sufriendo una aparatosa caída en el pavimento del carril central; simultáneamente una decena de coches de propietarios insensibles desviaban su trayecto para no atropellar a aquel bulto, con la típica indiferencia que tienen los hijos de su … (…puta madre; me quedo más a gusto si lo digo con todas sus letras).
Por ahora, el mayor contraste que me podía imaginar ante la experiencia fantástica de encontrar a mi sobrina postiza después de su alumbramiento, era encontrarme de frente a un potencial suicida. Pero no, podía empeorar… o mejorar, evidentemente.
...Si alguien no le importa, ya contaré qué sucedió después.
JLVL
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