¿Te he contado la táctica del “héroe desconocido”?
La inventamos muy jóvenes, bajo la premisa de que quien te conoce un poco, comienza a decepcionarse.
Se trataba de aparecer improvisamente en la vida de alguien, dejarle una grata impresión y desaparecer de inmediato.
Por ejemplo; un día en un tianguis, comíamos tacos de canasta y en el puesto de al lado, una chica intentaba juntar lo suficiente para pagar su birria y creímos que no le alcanzaba; llegamos como un par de falsos galanes y dijimos: “no te preocupes, se ve que eres buena persona y no estás intentando tragar gratis”. Pagamos su cuenta, y antes de que ella agradeciera el gesto, habíamos echado a correr como dos superhéroes anónimos.
Nos desvanecíamos pensando en que ella soñaría por días con ese par de jóvenes intrépidos –casi en mallas–.
Eso creíamos nosotros, quizá ella, alcanzando su monedero, diría “pinchis muertos de hambre que se creen que es fácil buscar algo en este bolso, ¡méndigos prejuiciosos!”.
Llevamos más allá nuestras hazañas; le recogimos con un poco de caos las fotocopias desperdigadas por el suelo a un estudiante, y volamos lejos. Él nos mentó la madre a la distancia por desordenar su Tesis. Cargamos entre los dos por media avenida a una viejita para cruzar. Esto salió más o menos mal, porque la descargamos en dirección contraria a su destino.
Pero nos emocionaba más actuar con el sexo opuesto, que en realidad era nuestro objetivo, dejarlas enamoradas y soñando con un príncipe azul, atento y caballeroso que no verían más, ¡ideal!.
Pensábamos ligar bastante con esta táctica, pero era una estupidez, porque partíamos de la base de abandonarla apenas la conocíamos, además nunca calculamos que éramos dos… ¿Y en caso de conflicto…?.
Hicimos varias incursiones en las heroico-deconocido-aventuras, con desenlaces desiguales.
Todo tiene su fin, y el de esta práctica llegó rápido afortunadamente, la noche en que nos quedamos sin dinero, en un barrio lejano y peligroso de nuestra ciudad, sin saber qué hacer ni cómo salir de allí. Con las pocas monedas que teníamos, hicimos una llamada en una caseta telefónica a la novia de él. Tardó un rato, nos recogió y nos llevó a casa.
Esto nos hizo pensar que lo que hacíamos era un tanto machista, ¿Porqué tendrían ellas que esperar un par de príncipes desinteresados?, si éramos nosotros los que necesitábamos de una "heroína conocida" en un problema real.
Luego hablamos del asunto, sacando en conclusión que dependíamos un poco de todos y mucho de todas. Cuidados por nuestras madres, aconsejados por nuestras hermanas, instruidos por nuestras profesoras, queridos por nuestras novias, protegidos y apoyados por nuestras amigas. Todas conocidas, todas heroínas.
Así que mandamos a chingar a su madre al “héroe desconocido” y buscamos parejas y nos relacionamos con todos como personas normales e iguales, con los calzoncillos por debajo de los pantalones y no al revés.
Por cierto, agradezco a todos los que alguna vez me han ayudado en todo, la lista es grande, pero tu nombre seguro está ¿Te he contado eso?.
JLVL
Se trataba de aparecer improvisamente en la vida de alguien, dejarle una grata impresión y desaparecer de inmediato.
Por ejemplo; un día en un tianguis, comíamos tacos de canasta y en el puesto de al lado, una chica intentaba juntar lo suficiente para pagar su birria y creímos que no le alcanzaba; llegamos como un par de falsos galanes y dijimos: “no te preocupes, se ve que eres buena persona y no estás intentando tragar gratis”. Pagamos su cuenta, y antes de que ella agradeciera el gesto, habíamos echado a correr como dos superhéroes anónimos.
Nos desvanecíamos pensando en que ella soñaría por días con ese par de jóvenes intrépidos –casi en mallas–.
Eso creíamos nosotros, quizá ella, alcanzando su monedero, diría “pinchis muertos de hambre que se creen que es fácil buscar algo en este bolso, ¡méndigos prejuiciosos!”.
Llevamos más allá nuestras hazañas; le recogimos con un poco de caos las fotocopias desperdigadas por el suelo a un estudiante, y volamos lejos. Él nos mentó la madre a la distancia por desordenar su Tesis. Cargamos entre los dos por media avenida a una viejita para cruzar. Esto salió más o menos mal, porque la descargamos en dirección contraria a su destino.
Pero nos emocionaba más actuar con el sexo opuesto, que en realidad era nuestro objetivo, dejarlas enamoradas y soñando con un príncipe azul, atento y caballeroso que no verían más, ¡ideal!.
Pensábamos ligar bastante con esta táctica, pero era una estupidez, porque partíamos de la base de abandonarla apenas la conocíamos, además nunca calculamos que éramos dos… ¿Y en caso de conflicto…?.
Hicimos varias incursiones en las heroico-deconocido-aventuras, con desenlaces desiguales.
Todo tiene su fin, y el de esta práctica llegó rápido afortunadamente, la noche en que nos quedamos sin dinero, en un barrio lejano y peligroso de nuestra ciudad, sin saber qué hacer ni cómo salir de allí. Con las pocas monedas que teníamos, hicimos una llamada en una caseta telefónica a la novia de él. Tardó un rato, nos recogió y nos llevó a casa.
Esto nos hizo pensar que lo que hacíamos era un tanto machista, ¿Porqué tendrían ellas que esperar un par de príncipes desinteresados?, si éramos nosotros los que necesitábamos de una "heroína conocida" en un problema real.
Luego hablamos del asunto, sacando en conclusión que dependíamos un poco de todos y mucho de todas. Cuidados por nuestras madres, aconsejados por nuestras hermanas, instruidos por nuestras profesoras, queridos por nuestras novias, protegidos y apoyados por nuestras amigas. Todas conocidas, todas heroínas.
Así que mandamos a chingar a su madre al “héroe desconocido” y buscamos parejas y nos relacionamos con todos como personas normales e iguales, con los calzoncillos por debajo de los pantalones y no al revés.
Por cierto, agradezco a todos los que alguna vez me han ayudado en todo, la lista es grande, pero tu nombre seguro está ¿Te he contado eso?.
JLVL
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