Ramona

Ya tenía un año de divorciado cuando apareció en mi vida. Su nombre era otro evidentemente, pero decidimos llamarla Ramona por sus condiciones: era muy chiquita, enferma, clandestina y bastante fea (Consulta la hemeroteca si quieres saber el porqué de estas razones, no tengo ganas de explicarlo).
Era básicamente antipática y antisocial, hermosa dentro de su rareza. Me amaba profundamente, no desperdiciaba la ocasión para montar sobre mí, lamía mis manos, mis heridas, se preocupaba mucho de mi estado de ánimo, quizá fue quien más demostró empatía personal por mí en aquellos años duros.
Solo tuvimos un gran desencuentro en la etapa en la que la eché de casa después de comprobar que sus costumbres higiénicas dejaban mucho que desear, pero esto duró medio día; desde entonces ella se comportó y yo dejé de comportarme estúpidamente.
Tuvimos una gran relación durante los últimos 15 años, su huella estuvo en todos mis actos, en el trabajo mis documentos llevaban siempre su huella como mínimo, por no hablar de pelos u otros fluidos, llegó a conquistar incluso a mi actual pareja, a mi hija y a mis amigos, es extraño pero los que me conocen desde hace años no me imaginan sin ella.
El viernes 5 murió, después de su tercera operación para extraerle tumores, luchó hasta el final y seguía queriéndome tanto como al principio, le costaba pero me lamió las manos con esfuerzo hasta ese día, pero nos dio señales a todos de que no podía más.
La gata Ramona era tan excepcional como indescriptible, no conseguiré aunque lo quiera, describirla en su grandiosidad.
Días después vino a despedirse en forma de nube (que sólo los que la conocimos somos capaces de reconocer, claro).


Ramona: Fueron 15 años divertidísimos. Gracias por todo.


JLVL

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