No es una historia bonita, lo advierto. Matamos a un perro.
Eramos no menos de setenta y cinco y no más de cien. Corríamos
desaforados, adolescentes, incansables e irresponsables alrededor de
unos balones y de 3 o 4 profesores responsables –teóricamente–, en 1981.
El patio era una explanada rectangular y gigantesca flanqueada por una capilla en forma de concha, un teatro irregular, un edificio que albergaba salones, dormitorios, oficinas etc. y un barranco en la cara noroeste.
El perro, apareció por allí en medio en la vorágine de la hora del recreo por algún rincón y a alguien se le ocurrió corretearlo al son de “¡tiene rabia!”.
Yo no lo vi, ni siquiera estoy seguro de que hubiera un perro.
Todos, como jauría corrimos cercándolo hasta un punto donde el animal indefenso se refugió, dirección al barranco que era en realidad la parte alta de un antiguo edificio derruido desde hacía más de 50 años, que seguramente albergó habitaciones nobles y que en ese momento era un gran contenedor de detritos para casi un centenar de adolescentes, porque allí tirábamos la basura desde nuestra explanada. 15 metros más abajo se encontraban los cimientos del edificio-basurero que tenía paredes tan firmes como para aguantar tanta mierda, incluyendo un acto cruel como el que describo.
Lo juro, no lo vi, nunca lo vi, y tiré pedradas en medio de la inmundicia como todos, una y otra piedra a un punto incierto, riéndonos y excitadísimos. Para mí niño, era como una piñata inesperada… Hasta que escuché un vago lamento a 5 metros de profundidad del barranco, bajo una montaña de cascotes recién acumulados y me derrumbé.
No lo ví, jamás, quizá incluso es producto de mi imaginación, como tantas cosas que cuento.
La noticia de acabar con un perro rabioso como un equipo, animó la conversación de la comunidad por un par de semanas. A mí el aullido me estropeó el apetito por más tiempo, lloré esa noche y al menos tres más, y me forjó la conciencia por años, hasta la fecha.
No soy tan responsable como para cuidar yo solo, bien y con dignidad a un animal, pero ahora lo hacemos en familia, y así es más fácil.
Miro a nuestros animales, a veces con rencor y cierto coraje por su comportamientos inadecuados, y no tengo el alma tan despiadada ni siquiera para abrirles la puerta a ver si se van solos.
Ahora mismo hay en casa 4 gatos, 4 perros y 13 gallinas… ¿Tendré que pagar hasta llegar a más de 75 y menos de 100?… quizá opte por gusanos de seda hasta pagar mi deuda con el mundo animal (necesitan tan solo varias cajas de zapatos y hojas de morera, hasta hacerse capullo, sacar alas y volar largándose de casa por voluntad propia).
El patio era una explanada rectangular y gigantesca flanqueada por una capilla en forma de concha, un teatro irregular, un edificio que albergaba salones, dormitorios, oficinas etc. y un barranco en la cara noroeste.
El perro, apareció por allí en medio en la vorágine de la hora del recreo por algún rincón y a alguien se le ocurrió corretearlo al son de “¡tiene rabia!”.
Yo no lo vi, ni siquiera estoy seguro de que hubiera un perro.
Todos, como jauría corrimos cercándolo hasta un punto donde el animal indefenso se refugió, dirección al barranco que era en realidad la parte alta de un antiguo edificio derruido desde hacía más de 50 años, que seguramente albergó habitaciones nobles y que en ese momento era un gran contenedor de detritos para casi un centenar de adolescentes, porque allí tirábamos la basura desde nuestra explanada. 15 metros más abajo se encontraban los cimientos del edificio-basurero que tenía paredes tan firmes como para aguantar tanta mierda, incluyendo un acto cruel como el que describo.
Lo juro, no lo vi, nunca lo vi, y tiré pedradas en medio de la inmundicia como todos, una y otra piedra a un punto incierto, riéndonos y excitadísimos. Para mí niño, era como una piñata inesperada… Hasta que escuché un vago lamento a 5 metros de profundidad del barranco, bajo una montaña de cascotes recién acumulados y me derrumbé.
No lo ví, jamás, quizá incluso es producto de mi imaginación, como tantas cosas que cuento.
La noticia de acabar con un perro rabioso como un equipo, animó la conversación de la comunidad por un par de semanas. A mí el aullido me estropeó el apetito por más tiempo, lloré esa noche y al menos tres más, y me forjó la conciencia por años, hasta la fecha.
No soy tan responsable como para cuidar yo solo, bien y con dignidad a un animal, pero ahora lo hacemos en familia, y así es más fácil.
Miro a nuestros animales, a veces con rencor y cierto coraje por su comportamientos inadecuados, y no tengo el alma tan despiadada ni siquiera para abrirles la puerta a ver si se van solos.
Ahora mismo hay en casa 4 gatos, 4 perros y 13 gallinas… ¿Tendré que pagar hasta llegar a más de 75 y menos de 100?… quizá opte por gusanos de seda hasta pagar mi deuda con el mundo animal (necesitan tan solo varias cajas de zapatos y hojas de morera, hasta hacerse capullo, sacar alas y volar largándose de casa por voluntad propia).
De verdad siento mucho aquel episodio del cual no fui responsable ni conciente.
No compres. Adopta.
Un salvaje JLVL
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