El mejor gol que marqué jamás


Ya no suelo ver el fútbol, aunque tuve una época de muy aficionado, de ir al estadio a desgañitarme apoyando, y seguir en la medida de lo posible todas las jornadas del campeonato, comprarme camisetas, conocer a las estrellas e incluso ahondar bastante en estadísticas al respecto.
Nunca fui un experto, y esto se puede comprobar fácilmente sabiendo que en México mi equipo era el Atlas y en Sevilla el Betis. Ya te puedes hacer una idea de que mis ideales; mis luchas futbolísticas y de vida son todo batallas perdidas.
Esto respecto a mis aficiones deportivas, en cuanto a mis aptitudes atléticas debería contarte mi mejor gol, marcado no obstante mi ineptitud física.
Me vino en mente porque en algún foro de discusión se hablaba del gol de chilena que marcó Cristiano Ronaldo en el Real Madrid, salió muy ufano después del partido a presumir de su hazaña, como si hubiera firmado el Guernica, y los "haters" se abalanzaron sobre él diciendo que era la suerte del tonto, a diferencia, por ejemplo de Hugo Sánchez que lo logró en diversas ocasiones por muchísimo menos dinero, más clase y amor por el deporte. En fin eso no es de me interés, pero me hizo pensar, y lo vi con claridad.
Supongo que yo no tendría más de 7 años y desconocía en absoluto las reglas del juego, los objetivos de la escuadra y mucho menos la remuneración futura en caso de brillar en el arte del balompié.
Mis padres me vistieron con short, camiseta con un número hilvanado en la espalda, zapatos con tacos adecuados y calcetas con dos franjitas azules en la parte superior y según yo me soltaron allí, como líbero. Era un descampado con un poco de pasto y muchas calvas polvorientas, las porterías a los extremos.
En lo que podríamos denominar "gol norte" se ubicaban varios árboles que llamábamos pirul, en la banda derecha una columnata de eucaliptos, en la banda izquierda otra fila consistente de coches familiares un poco desvencijados y rodeados de mesitas con sándwiches con chile y otros tantos para cobardes "sin". Un montón de refrescos en botellas de cristal (no por ecológicos sino porque costaban dinero si no devolvías los cascos al tendero) y en la portería correspondiente al "gol sur", todas las familias que se desgañitaban con sus modestas camisetas vitoreando a los pequeños energúmenos que vestían ropas de colores deslavados; unos tendientes entre el rojo y el rosa, contra los otros que variaban entre el azul cobalto hasta el azul cielo. Los árbitros de negro a gris marengo.
En el momento de mi aparición, aplaudieron mi mamá y mi papá y yo corrí en dirección de la pelota que ya perseguían los demás con ruta esquiva, me abrí paso entre ellos hacia el frente y todos giraron al contrario... dubité un poco y reemprendí en función del movimiento de la masa. No sabía ni siquiera cuál era mi equipo, pero mi papá gritó: "¡corre, corre!". Y corrí.
Varios fueron los metros de mi furia velocista y medio entendí que mi azul eléctrico nuevo era similar al de otros 10 niños variopintos de la misma gama y al menos hice el recorrido con ellos, pero me cansé. Paré un poco delante de una de las porterías y varias personas me gritaron cosas. En ese momento un chico muy ducho ejecutó el tiro de castigo con potencia y poca puntería que alcanzó mi cara, que a su vez trataba de esquivar el esférico y que por una triangulación extraña terminó el balón dentro de la portería. El último gol, el de la gloria.
7 a 2 fue el resultado final. Una fiesta para la mitad de los aficionados y parientes, un autogol de leyenda para la otra mitad.
Luego, evidentemente perdí todo interés, como ya lo había perdido antes en las artes marciales apenas pasó mi primera lección de kárate, aunque en aquella ocasión al menos creo que el traje era prestado y no hubo pérdidas económicas en la familia.
Años más tarde buscando mis capacidades deportivas –demasiados años para mi gusto–, resultó que tenía cierta facilidad para el volleyball, porque tenía muy buenos reflejos intentando que no me dieran balonazos, pero resultaba útil en ciertas acciones defensivas de mi equipo. Formé parte de una selección que no llegó a ningún lado, pero me sentí aceptado por un tiempo limitado.
Te preguntarás a dónde lleva la historia de un perdedor de las actividades físicas, quizá piensas que actúo con rencor, quizá seas condescendiente conmigo y te de un poco de lástima como si fuera la víctima de un sistema que impone la competición por encima de los valores etc., etc.
Pues no, no me siento tan mal por todo aquello. Acepto mi limitación deportiva con deportividad, se supone que una de las enseñanzas del deporte de equipo es saber tu papel en aquél; igual no eres la figura, pero la figura no es nadie sin gente como tú o como yo. Eso está también muy bonito pero no me lo creo.
Mi conclusión es la siguiente en 8 partes:
1. Cristiano Ronaldo ha sido condenado a 2 años de prisión y a pagar una suma de 8 (o más?) millones de euros por fraude fiscal y no entrará en la cárcel por ausencia de antecedentes penales.
2. Lionel Messi, ha sido condenado a 2 años de cárcel por los mismos motivos, y ha pactado por otros cuantos millones de euros el retirar la causa en su contra y evitar la entrada en prisión.
3. 112 millones de euros se gastó la Juventus  Football Club S.p.A. por llevarse a un jugador que mete un gol de chilena nomás por lucirse teniendo ya una condena por delincuente.
4. Este año Hacienda, me ha devuelto 800€ tras un examen muy minucioso de mis gastos e ingresos que han sido bastante pocos en ambos casos, ni les ha interesado mi gol en propia puerta, me los han ingresado en cuenta sin problema.
5. Si tienes una hija o un hijo que quiere hacer un deporte... ¿Cuál de estas 3 estrellas  (CR7-LM-JLVL) será el ejemplo que le cuentes?
6. Bueno, hay millones de deportistas ejemplares. Y casi ninguno es un delincuente, y yo no soy ningún ejemplo deportivo, lo acepto.
7. El pirul que tanto despreciaba, porque pensábamos que los frutos no se podían comer por venenosos, en realidad son pimienta roja, muy apreciada por sibaritas y cocineros.
JLVL

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