Mirando el precipicio de la mesa
Alguien ya me lo había hecho notar, y yo no era consciente a
pesar de hacerlo a propósito, una paradoja; siempre pongo los vasos en la
orillita, en un punto peligroso pero indudablemente distintivo, donde quiera
que me siente, donde quiera que vaya o esté.
Y si me fijo con detenimiento, mi vida es así, mis posturas
son así, mi opinión, mi moral, mi ideología, etc. son así.
O sea, lo más factible es que al menor toque se caiga y se
rompa en mil pedazos por mi estupidez, por la levedad de su soporte, pero si en
una reunión la gente bebe y descuida su vaso y lo deposita con desatino, si en
una conversación alguien opina sin ton ni son, si todos ubican sus prejuicios
en la mesa, lo mío estará inequívocamente allí en la orillita a punto de caer,
pero es mi vaso sin duda, frágil, a punto de la catástrofe, reconocible.
¡Cuánta faramalla tengo que pensar para decidirme a tomar
un tequila!.
¡Salud a quien lo lea!
JLVL
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