¿Tu casa es su casa?
Después de nuestro desagradable y último email de hace varios años, no he podido comunicarme por internet con nadie en los últimos meses, pero tengo una duda muy grande por saber si nuestros invitados son amigos tuyos.
En todo caso, te puedo decir que son gente simpatiquísima, especialmente la pequeña de los dientotes.
No es que estemos incómodos querida Tía, es simplemente que ya son varios meses y aún tenemos curiosidad en saber hasta cuánto durarán sus vacaciones, creemos que se las estamos haciendo muy placenteras, y ellos a nosotros también, de hecho nos han dejado la habitación del fondo muy arregladita e incluso permiten este invierno que entreabramos la puerta de este trasterillo para que entre un poco de calor por el pasillo que va desde la chimenea hasta la zona de habitaciones, han sido muy amables Tía.
La verdad es que sabemos poco de ellos porque como sabrás (si resultan conocidos tuyos) no hablan una sola palabra de nuestro idioma ni de los cuatro más que dominamos entre mi mujer y yo, y aunque nos cuesta comunicarnos bastante, con señas terminamos por entender sus órdenes.
El día que llegaron a esta parte aislada del norte de Irlanda y se presentaron en casa con sus maletones, no nos sorprendió porque ya son muchos los visitantes que nos envían amigos y familiares y los recibimos como a todos con los brazos abiertos porque como en casa me enseñaron: “mi casa es tu casa”, exceptuando claro, el día en que ustedes acomodaron nuestras maletas en la entrada del edificio y “la Porca” (como llaman cariñosamente a mi mujer entre nuestra familia) y yo, emprendimos el maravilloso viaje que nos trajo a estas tierras húmedas y heladas, cosa que en el fondo les agradecemos sobremanera.
Sé que la cultura de nuestros huéspedes debe ser muy diversa y comprendí que el pequeño empujón inicial del patriarca visitante era un gesto de agradecimiento, me costó pero lo entendí después de hablarlo mucho con Cinzia esa noche.
Él me llama “yo”, jeje (aquí pondría un smiley si conservara la computadora, pero como siempre me has dicho; dibujo como un mono). Intenté presentarme con “Yo me llamo… Yo soy… Yo… y creo que entendió que era mi nombre, ahora me llama a gritos con “¡YO: brfsd, trgh camle gravdjtolev!”, y todavía sonrío porque a los amigos hay que sonreírles ¿no?, ¡Como tú!, siempre he entendido esa mueca tuya como una gran y torcida sonrisa.
Antes de preguntarte a ti, ya lo he averiguado con el resto de la familia. Una vez al mes, cuando les entregamos el dinero que necesitan para hacer la compra, que con muy buena voluntad va a hacer el hijo mayor de ellos (ya sabes, el que tiene un color raro de piel, ese grandote, no el gordo sino el que no sonríe), nos hacen el favor de enviar estas cartas que intentan leer por curiosidad seguramente, pero ya te dije que no entienden, así que como son tan pasionales, me las arrancan de las manos y las envían gritándose primero entre ellos; seguramente es su manera de hablar hacerlo muy alto, como en una cafetería siciliana o un bar de París o Bilbao, que tan bien conoces.
El tío Germán (tu hermano, no tu cuñado, ya sé que no se hablan desde hace años, no te preocupes), respondió solamente que soy un imbécil, y entendí de inmediato que amigos suyos no son. La Tía Evita en cambio fue muy amable y me envió una postal desde Bariloche con la frase “nada que ver” y su firma. Tío Mario en cambio dijo claramente que no tiene la menor idea y que nos merecemos a esta familia, supongo que se refiere a que es bueno ser amables y eso. La abuela Sara nos envió un sobrecito muy tierno con unos cabellos recortados y atados con una cuerdecilla sujetadas a su vez a una cruz, cosas suyas… suponemos que es muy religiosa desde de la sentencia desfavorable de aquella vez.
Así los trece, que no te voy a contar con detalle porque a los otros casi no los conoces.
Total, Cinzia, que te recuerda mucho, insistió en que si nuestros huéspedes son rubios, quizá sean amigos tuyos. Reímos mucho recordándote por lo que se contaba en el vecindario, ya sabes, tenías una cierta fama con los “güeros” que te visitaban, sé que eran habladurías barriobajeras Tía; pero esta familia es similar físicamente a tus amistades tan cosmopolitas, cosa de la que seguro están orgullosísimos tus hijos Švejk, Stephanie, Björn, Ninochka y el otro mulato, los recordamos con cariño a todos.
Cuando tus amigos (si lo son) vuelvan a visitarte, pídeles muchas disculpas por nuestra incapacidad de comunicación, y diles que el día del corte en mi brazo fue simplemente un malentendido sin importancia del cual reiremos un día bebiendo otro Vodka que les encanta a todos ellos, incluso a los menores. Pídeles perdón de mi parte si algo les molestó, y explícales que no cortamos antes la conexión a internet porque no entendíamos que, como ahora estamos seguros, era una cuestión religiosa de primerísima importancia para ellos. Por lo demás creo que los estamos tratando muy bien, se sienten confortables y como en casa, sus fotos quedan muy bien en la estantería.
Querida Tía, si te es posible, y has aprendido a escribir, te rogaríamos la Porca y yo una respuesta lo antes posible, para prepararles una gran fiesta de despedida a nuestros impagables huéspedes, los nueve.
Te mando un gran abrazo sin tocarte demasiado como gusta a nuestra unida familia (otro smiley sin dibujito, pero con un ojo cerrado y el otro abierto).
PD: Te habrá sorprendido que no te envíe la reacción de tu hermano Andrés, pero no pudo contestar. Desde la prisión nos envían una respuesta diciendo que está incomunicado desde hace unos nueve años, pero seguramente te manda besos. Amigos suyos tampoco deben ser.
Atte: Eugenio
JLVL
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