El verdadero origen de los cerros

Me atraganto de información en Internet, degluto miles de imágenes, ingiero cientos de titulares, y ante el empacho me asqueo porque generalmente todo aquello es terrible.
¿Porqué de todo eso?, ¿De dónde tanta violencia, rabia, abuso, envidia, corrupción, ignorancia y odio?
Busco las respuestas en la misma fuente… error, más de lo mismo y empeorando. Yo estaba muy contento porque empezaba a ver que “todo” estaba ya en la nube, los contenidos se van multiplicado exponencialmente.
Mi siguiente búsqueda debía ser “niñez, felicidad, inocencia, respuestas”, pero sinceramente no me atrevo ni a ponerlas juntas en el buscador porque los resultados pueden ser devastadores. Así que tiro de mi pobrísima memoria RAM, cierro los ojos y veo lo que veía con ocho años desde la ventana en forma de trébol de cuatro hojas en el descansillo de la escalera, y están los dos cerros enfrente, el de la cruz y el otro que no tenía nombre, y si lo tenía nadie lo sabía, eran verdes pero no había nada salvo la cruz en lo alto de uno de ellos, crecía hierba y no daba ni para pastoreo. Entonces ya me preguntaba el porqué de las cosas y desarrollé mi primera teoría científica sobre geología; mis primeras “yahoo respuestas”.
Si los dinosaurios jugaban por ejemplo, en Ecatepec mi barrio, hacía millones y millones de años, lo hacían dando saltitos y no con esos movimientos ridículos de los cocodrilos. Se hacían amigos, cazaban mariposas y otros bichos, escarbaban, robaban maíz de las milpas cercanas y se tiraban boca arriba todos los días atrapando grillos y mayates con sus dedos gordotes. Cuando crecían y eran más grandes, el descanso se prolongaba porque comían más y más elotes. Entonces, ya muy llenos quedaban boca abajo y dormían muchísimo, de tal manera que cuando soplaban esos vientos fuertes y polvorientos que yo conocía tan bien, se les posaba una pequeña capa de arena sobre el cuerpo. Ellos seguían dormidos y llegaba una segunda, una tercera… y muchas más capas. Cuando llegaba el invierno era ya como una cobija que les cubría hasta la cabeza como cuando yo tenía frío o miedo. El sueño entonces era placentero porque no tenían que levantarse temprano, ni miedo, ni frío. Así sucedía siempre y las capas continuaban, hasta que eran muy gruesas y con la lluvia le hacían crecer plantas y nosotros finalmente llegábamos a habitar a sus pies.


Es la teoría perfecta del origen de los cerros y no puede rebatirse, no en mi cabeza. Así que si internet está lleno de sabiduría y estupideces, pondré esta entrada en algún sitio para quien busque la verdad sobre el asunto, la desvinculación sería el término “¿Tú qué crees?”.
Completaré la red de redes con la verdad inocente, porque en serio estoy muy harto de maldad y desilusión.
Me encantaría saber qué piensas tú de… por ejemplo; he buscado “tu nombre” + “nubes”, y no encuentro nada en google.

JLVL


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