Saludo a la bandera... el lunes

Juro que siempre intento dar una magnífica imagen de mi patria, hablo bien de nuestras virtudes, elogio nuestras capacidades, ennoblezco a nuestros conciudadanos y casi siempre meto la pata intentando contar de nuestro patriotismo.
No es fácil ensalzarlo cuando tus interlocutores son descreídos nietos de tremendas guerras, descendientes de familias separadas por uniformes y pabellones contrapuestos del mismo pueblo. Los símbolos y la patria les importan poco. Pero yo lo intento y trato de explicarles el fervor que nos causa el saludo a la bandera de los lunes; el orgullo de ser miembro de la escolta y la gallardía del saludo en formación, el respeto entonando el canto patrio, que dura muchísimo y termina por dejar la mitad de los codos no alineados al hombro sino más bien a media barriga, la espalda curva y la mirada distraída. Así, justo aquí, es como mis amigos prestan más atención a la anécdota que a lo que en verdad quería decir.
No soy un vendepatrias, ni un traidor, es simplemente que, por causas que se me escapan, no transmito entusiasmo suficiente, quizá porque nunca fui miembro de la escolta, ya no digo un “abanderado”. Bueno, fui una vez suplente primero, y tuve la oportunidad de demostrar mi marcialidad ante la baja de un miembro fijo de la escolta, pero el director del “Acto cívico” me explicó que el suplente segundo daba mejor la estatura en el flanco derecho posterior y la falta de coordinación de mis extremidades izquierdas no ayudaban, así que me dejó calentando en el banquillo todo el lunes.
Pero el acto me gustaba mucho, era en sí mismo educación en los valores revolucionarios y en el respeto por los símbolos y los héroes que nos dieron patria. Además pasábamos la primera media hora de la semana medio dormidos en pie, pero sin tener clase. Salvo en las ocasiones en las que te tocaba un: “como siguiente número, nuestro compañero fulano de tal, recitará el poema ‘Patria ufana, oxímoron nuestro de cada día’ ”, o leer las efemérides; te podía tocar un gran notición, como contar la decapitación y exposición de cabezas de nuestros mártires independentistas, o bien, el aniversario de alguna escaramuza con resultado de pérdida del polvorín a manos de los realistas.
Todas las partes eran emocionantes, se celebraba por “cursos”, los mejores eran los de 5º y 6º año, cuando yo estaba en 4º nos tocó uno muy lucido, de alguna fiesta nacional, habíamos preparado una gran celebración con canto coral y todo, pero llovió mucho y nuestras banderitas de papel mezclaron sus colores y obtuvimos muchos palitos sin nada en nuestras manitas y otra buena cantidad de papeles color café en el suelo. Con la lluvia no se podía tener el micrófono porque daba descargas eléctricas y nuestra profesora se desgañitó mucho y desde entonces la llamaron “Miss colorada”. Pero el himno se cantó perfectamente “a capella” por parte de todos. Fue muy bonito.
Siempre quiero contar lo mucho que amamos México, lo orgullosos que estamos de nuestros recursos naturales y humanos, y no me dejo amilanar cuando me preguntan por la inseguridad, el narco y la corrupción. Les digo que lo hay, cierto, pero también hay millones de niños capaces de decir con el corazón en la mano y por su patria:
¡ATENCIÓN!
¡SALUDAR, YA!
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¡FIRMES, YA!
Lo sé, no es un gran argumento, pero despisto un rato mientras pienso otra cosa. A veces recurro al recuerdo de cuando juntábamos, no estampitas de los jugadores de futbol, sino los bustos de los héroes nacionales que venían en las bolsas de Doritos y el resto de productos Sabritas o Barcel. Esto, ya los descoloca y los deja pensando en lo profundo de nuestro sentimiento patrio seguramente. Luego apuntan en que debía ser bastante poco higiénico; pero cómo entenderán ellos que preferimos una gastroenteritis si podemos tener a Ignacio Allende en un busto de plástico junto a los niños héroes (nunca pude encontrar a Juan Escutia, el de la bandera).
Aunque eso sí, yo empecé a perder fervor patrio con la colección de bustos de los presidentes de México, me salió Gustavo Díaz Ordaz varias veces y nadie me lo catafixiaba.
EL CUARTO GRADO AGRADECE LA ATENCIÓN PRESTADA A ESTE SENCILLO PERO SIGNIFICATIVO ACTO Y AHORA CEDE EL MICRÓFONO A LAS AUTORIDADES CORRESPONDIENTES.

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